¡Siga siendo niño!

El profesor Levón Badalián considera que todos los
niños son talentosos. Foto de Iosif NEVELEV
Ivetta USEINOVA

Del periódico MOSKOVSKI KOMSOMOLETS

Todos los niños sanos nacen con capacidades artísticas, pero, por desgracia, no todos los adultos son talentosos. Levón Badalián, neurólogo, miembro correspondiente de la Academia de Medicina, opina que con los años transcurre lo que podría llamarse una «fuga de dotes».

No hace falta ser un observador perspicaz para advertir el entusiasmo con que todos los niños dibujan, el placer con que cantan, bailan, escuchan y aprenden poesías y el acierto con que crean palabras, elemento este indispensable en el descubrimiento del mundo. Sin ninguna duda, el mundo espiritual y emocional de los niños es mucho más rico que el nuestro.

¿Cuándo y cómo pierde el hombre las capacidades que le concediera la naturaleza? ¿Es inevitable esta pérdida, está prevista en el programa biológico conforme al cual se desarrolla el cerebro? El profesor Levón Badalián, que encabeza la cátedra de neurología infantil en el 2° Instituto de Medicina de Moscú, estudia estos problemas.

Badalián piensa que el cerebro se desarrolla de manera heterocrónica, o sea, discontinua, a saltos; mientras unas funciones se frenan, otras comienzan a progresar. Utilizando el lenguaje de los músicos, se puede decir que en el conjunto general de la actividad del cerebro y en diferentes etapas «ejecutan un solo» funciones que tienen estrictamente determinado el tiempo de comienzo y de finalización de su desarrollo.

A veces comienzan a progresar antes de tiempo y su «solo» se destaca aún más, dando lugar al conocido fenómeno del niño prodigio. Cuando se manifiestan demasiado temprano las aptitudes para la música, el dibujo o las matemáticas, significa que estas funciones del cerebro se han adelantado en su evolución. Una vez finalizada la formación del cerebro en su totalidad, no es raro que sus «voces» se debiliten, se confundan con el conjunto y que el niño prodigio de ayer se transforme en un adulto corriente. Pero si nada amortigua su «solo» aparecen pintores, poetas, pensadores y músicos geniales.

¿Se puede aprender a dirigir este proceso y, a semejanza de un director de orquesta, obligar a las funciones del cerebro que responden por nuestros talentos a que suenen más fuerte?

— Los genios ya nacen así —dice Badalián—. Pero ya hoy está a nuestro alcance advertir las aptitudes potenciales, que poseen prácticamente todas las personas, no dejar que se frenen y desarrollarlas.

La naturaleza nunca se repite; para cada persona crea una original armazón, que puede recibir el nombre de dotes. A medida que se va formando la personalidad. el armazón se va cubriendo de detalles que surgen en el proceso de la educación y las relaciones sociales.

Justamente durante este período transcurre con mayor frecuencia la nivelación de la individualidad. Al llegar a adulto, el hombre pierde sus particularidades y no realiza las aptitudes que traía al nacer.

Badalián opina que los programas escolares no deben estar dirigidos al «alumno medio», como ocurre con frecuencia; los maestros tendrían que tomar en consideración la disimilitud que los niños llevan desde el nacimiento en la estructura del cerebro.

— No todos los frutos maduran en el árbol al mismo tiempo y es inútil sacudirlo pensando que to- dos caerán maduros —dice el cien tífico—. También es absurdo esperar que niños de una misma edad den iguales «frutos de instrucción».

A causa del asincronismo del cerebro, muchos chicos se desarrollan de manera irregular: pueden, por ejemplo, ser magníficos matemáticos y, a la vez, retrasarse en otras asignaturas. Por esta misma razón, estudian a menudo en zigzag, alternando los éxitos con los fracasos. Los alumnos atrasados son simplemente niños a los que hay que darles tiempo y posibilidades de «madurar». A propósito, existe otro elemento consolador para maestros y padres: de esos chicos que ocasionan muchas molestias salen con mayor frecuencia personalidades extraordinarias. Esta conclusión se basa, en particular, en el análisis de las biografías de destacados representantes de la ciencia y la cultura mundiales.

Badalián ha advertido otras regularidades interesantes, por ejemplo, cierta «infantilidad» en la percepción de lo circundante característica de muchas personas famosas. Por ello ha revestido de una forma un poco paradójica una de las recetas que, a su parecer, deben contribuir al desarrollo de las dotes naturales.

— Hay que tratar de «demorar» al infante en el escolar —recomienda—. Intentar conservar el mayor tiempo posible la capacidad infantil de asombrarse de todo y de preguntarse continuamente «¿por qué?». Para lograrlo, es importante basarse en los elementos de juego aun en los grados medios y pasar a los esquemas abstractos lo más tarde posible. La gran cantidad de conceptos estereotipados que reciben los escolares es otra «rendija» por donde se escapan las dotes innatas.

Pese a todo, Badalián considera que lo más importante es el carácter del contacto entre los adultos y los chicos.

— Debemos comprender el mundo espiritual del niño —afirma— sin examinarlo desde la altura de nuestros conceptos adultos sobre el mundo circundante. Debemos comunicarnos con ellos a su mismo nivel, hablar en una misma lengua.

En otras palabras, ¿«descender» hasta el chico?

— ¡Elevarnos hasta él! ¡Sólo elevarnos! «¡Siga siendo niño!» es un magnífico lema para todos los adultos.

REVISTA SPUTNIK - NO.9 (SEPTIEMBRE DE 1982).

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