La Venecia del Danubio

Leonid ZHUJOVITSKI, escritor
De la revista SMENA
Diapositivas de Vladimir CHEISHVILI

En la actualidad, quedan cada vez menos «lugares tranquilos» donde la gente puede vivir en íntimo contacto con la naturaleza. Uno de estos rinconcitos es Vílkovo, ciudad en el delta del Danubio.

Había leído acerca de Vílkovo bastante y tenía una idea formada: se encuentra ubicada en islas, es un lugar verde y agradable, en vez de asfalto tiene agua. Todos la llaman la Venecia del Danubio. Allí los niños se arrojan de los puentes y nadan de una calle a la otra. Sus habitantes, vestidos en sus trajes nacionales, festejan las bodas en lanchas semejantes a góndolas; es raro que entre una selección de fotografías de la ciudad no se encuentre alguna de este tipo.

Sin embargo, mi primera tarde en Vílkovo me desilusionó considerablemente... El centro es parecido al de cualquier otra ciudad provincial: una calle, otra, la plaza, la estación de autobuses, el mercado, el correo, un cine con capacidad para 200 espectadores, un almacén de dos pisos, un hotel de uno. Todos los edificios están dispuestos según el esquema típico de una ciudad pequeña. ¿Pero dónde está Venecia?

Por suerte, disponía de tiempo y decidí ir a pasear hasta el río. La famosa Venecia del Danubio se encontraba junto al centro. Caminé tan solo unos minutos y me encontré con que pisaba sobre una angosta acera hecha de tablas: abajo, se veía correr el agua. Doblo en la esquina, luego en otra, y otra más, y por todos lados corre agua.

En vez de calles asfaltadas
hay aquí estrechos canales
Los canalitos se internan en pequeños barrios, pasando por debajo de cercas y puertecillas. Aquí el canal reemplaza al sendero del jardín. El movimiento de gente podría compararse con el de las callecitas periféricas de una ciudad chica. Caminábamos por puentecillos, pero más que todo navegábamos: en los canales más anchos nos ayudábamos con los remos y en los más angostos con la pértiga. Algunas lanchas tenían incluso motor, pero no lo usaban, a la espera de aguas más intranquilas.

No sé de qué se ocupa la pequeña flotilla de Venecia, pero las góndolas de Vílkovo son generalmente «trabajadoras»: en ellas transportan grava, sacos, madera o una gran canasta de casi un metro de diámetro con tomates...

Corre el agua por las calles rectas de Vílkovo. A sus orillas hay casitas, una más simpática que la otra: son amplias, bien blanqueadas, con techo de tejas cuidadosamente colocadas y canales de desagüe doblados irregularmente, con puertecillas grabadas, senderos cubiertos con caracoles y glorietas ornadas con sarmientos. Las viviendas y las cercas han sido asentadas sobre fundamentos de hormigón. La gente vive segura.

No, no fue el Danubio quien trazó los barrios tan exactamente: los canales, las islas, toda la Venecia del lugar es obra de las manos del hombre. Esto impresiona mucho más que las exóticas bodas en el agua.

He visto ciudades chicas más lindas que Vílkovo. Pero son pocas las veces que he encontrado a gente tan fiel a su tierra, al distrito que los vio crecer y que para ellos es parte de sí mismos.

Cuánto hay que amar a su tierra natal, qué convencido hay que estar del futuro, en el de sus propios hijos y nietos para poder construir entre juncos y matorrales casas tan sólidas y tan lindas... Pero es natural que lo hecho con las propias manos sea siempre caro. Los habitantes de Vílkovo no solo se asentaron en esta tierra, ellos la crearon con sus manos.

¿Qué clase de gente son? En esencia, son simples mujiks ucranios, que hace ya casi tres siglos se establecieron en el delta del Danubio. ¿Pero de dónde han venido?

Como tantas otras ciudades del Sur de Rusia, Vílkovo fue fundada por gente que huía de los invasores extranjeros y de los terratenientes. Para estos campesinos y cosacos fugitivos, la bifurcación pantanosa del Danubio no fue un lugar para morir, sino todo lo contratio, un lugar seguro: en esta región cualquier patrulla lanzada en su persecución se hundiría en un pantano impenetrable.

Luego de elegir el sitio para instalar las viviendas, los mujiks fugitivos empezaban con rara habilidad a habituarse a él, y con extraña terquedad lo adaptaban a sus necesidades.

En una de las calles de Vílkovo, en una casita de color gris se encuentra la base científica experimental del Instituto de Hidrobiología, adjunto a la AC de Ucrania. Unas cuantas habitaciones, una de las cuales está destinada al museo, forman sus dependencias.

El museo no tiene ni frontispicio ni planchas de mármol, pero sí tiene fundador: un cuarto de siglo atrás, Alexandr Ambroz, quien encabezaba la base, decidió en nombre de la ciencia, la naturaleza y la población fundar un museo en el que se expondrían ejemplares de animales que habitaban el delta del Danubio. Todas las especies de peces, pájaros y mamíferos que posee el museo fueron capturados y disecados por los pescadores del lugar. Los habitantes de Vílkovo desde hace mucho tiempo están acostumbrados a simultanear profesiones: han sido pescadores, constructores, horticultores y, cuando las circunstancias lo han requerido, taxidermistas.

En la colección del museo podemos encontrar un gran esturión de 50 kg, un siluro y un esturión estrellado del mismo peso. También hay un huso de 170 kg, que, en realidad, no es más que un adolescente: ¡los husos del lugar pesaban hasta 800 kg! Hay también un famoso arenque del Danubio, una lucioperca, una carpa, una platija...

Las «góndolas» de Vílkovo no son un tributo al exotismo;
son, ante todo, un medio de transporte insustituible
Cerca de otra pared se encuentran los mamíferos, desde un zorro hasta un armiño.

En el delta del Danubio habitan unas doscientas especies de peces, pájaros y mamíferos. ¡Había motivos para enamorarse de esta difícil tierra!...

Recorro la ciudad y leo los avisos. Son pocos, lo que indica que la vida aquí es estable y tranquila. Y los que hay son interesantes: en todas partes se necesita mano de obra, por ejemplo, el koljós de pescadores busca un mecánico, un especialista en hidroacústica, obreros; la Inspección Pesquera Local, un mecánico de 3ra categoría y un cocinero de a bordo. Además, se necesitan ajustadores y reparadores especializados, ajustadores-montadores y reparadores de barcos. Incluso se precisan albañiles-estucadores: la ciudad crece. No hay avisos en los que se venda un auto o una motocicleta, pero sí unos diez sobre la venta de lanchas comunes y con motor.

No me causará asombro si resulta que por la cantidad de automóviles, Vílkovo ocupa uno de los últimos puestos del país y por la de lanchas, el primero. Aquí, una de cada dos familias posee su propia lancha. Y, a veces, más de una, ya que en Vílkovo esto no es un lujo, sino un medio de transporte. Cuando el dueño de casa sale de pesca, precisa de una lancha que tiene la proa ancha y levantada, denominada por los lugareños «desván». ¿Por qué precisamente este tipo de lanchas? En la desembocadura las olas son irregulares, más peligrosas, y el «desván» da a la lancha una estabilidad adicional.

Los chicos usan cualquier cosa que se mantenga a flote
La abuelita necesita ir al mercado: el medio de transporte más adecuado será una chalana, muy manuable en los angostos canales del lugar.

Y si un muchacho desea pasear a su novia en un día de descanso, necesitará una elegante lancha hecha exclusivamente de metal, con un motor rápido.

El koljós, naturalmente, posee cientos de ellas, lo mismo que la fábrica de pescado.

El corazón comercial de la ciudad es el mercado, que está abierto desde las 6 de la mañana hasta las 8 de la tarde. En los puestos de madera y de hormigón armado se ofrecen a la venta todas las hortalizas y frutas de la temporada: manzanas, ciruelas, peras, tomates, pimientos, sandías, papas, zanahorias, pepinos y, por supuesto, el infaltable pescado, ya sea fresco, salado, ahumado o seco.

Parece que en Vílkovo, a pesar de su rica historia y sólida economía, la vida cotidiana se detuvo felizmente en aquella etapa de desarrollo cuando la civilización ya se ha encontrado con la naturaleza pero aún no ha logrado oprimirla.

REVISTA SPUTNIK - NO.9 (SEPTIEMBRE DE 1982).

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